El cuento clásico
Una de las parábolas más famosas de Jesús, conocida como la parábola del hijo pródigo, enseña principios eternos destacando tres personajes diferentes: el hijo rebelde, quien deshonra descaradamente a su padre y luego se arrepiente; el hijo "bueno", quien desprecia a su hermano y rezonga; y el padre, quien les muestra gracia a ambos.
Los lectores modernos pueden aprender algunas verdades espirituales al reflexionar sobre esta historia, contada por Jesús en lenguaje sencillo en Lucas 15:11-32. Nosotros podríamos estar en los zapatos de uno de los hijos. De igual manera, nos puede alentar la forma en que el padre retrata las características de Dios. Pero, fácilmente podemos ser constantes en pasar por alto el carácter de Jesús demostrado por la historia que está fuera de la historia, es decir, los versos contextuales que están al comienzo del capítulo, antes de la introducción del hijo pródigo:
Los oyentes contrastantes
Hay dos grupos distintos que escuchan a Jesús mientras él cuenta esta parábola: primero, los recaudadores de impuestos y los pecadores. Los recaudadores de impuestos eran personas que trabajaban para el gobierno Romano y tenían fama de defraudar a su propia gente. Los pecadores eran solo eso, pecadores. Estas eran personas que persistentemente vivían en un comportamiento pecaminoso o personas que simplemente no tenían en cuenta la Ley. En este caso, los dos tipos de personas agrupados en este pasaje fueron marginados sociales que hicieron cosas que simplemente no estaban bien. Y, sin embargo, por alguna razón, vinieron a escuchar a Jesús.
En el segundo grupo, vemos la presencia de los fariseos y los maestros de la ley. Las palabras que utilizan explican mejor quiénes son. Leemos que tanto fariseos como maestros de la ley, al ver a los pecadores y recaudadores de impuestos venir a Jesús para escucharlo, murmuraron:
«Este a los pecadores recibe, y con ellos come».
Estos fariseos y maestros de la ley estaban indignados porque Jesús, el rabino judío, recibía abiertamente e interactuaba con los marginados sociales pecadores de su época, debido a que no eran dignos en su opinion de interactuar con altos funcionarios religiosos con respecto a asuntos espirituales o bíblicos. Los fariseos y los maestros de la ley hicieron todo lo posible para comportarse de acuerdo con la ley bíblica en un nivel de perfección, por lo tanto, consideraron inapropiado que Jesús tuviera comunión con los pecadores. Pero en una relación más profunda con la parábola que se estudia, los líderes religiosos habrían considerado como un trato injusto, ya que aquellos que no mantuvieron la Ley a la perfección pudieran tener acceso directo a Dios simplemente pidiendo perdón.
Y a esta multitud, ambos grupos, Jesús comienza a contarles la historia: «Un hombre tenía dos hijos . . .» No solo el hijo claramente pecador, sino también el otro hijo, quien supuestamente hizo todo lo que el padre le pedía. El hijo menor pecó contra su padre al pedir su herencia antes de tiempo, pero se arrepintió y tuvo acceso al padre nuevamente. Pero el hermano mayor actuó incorrectamente al negarse a reconocer el arrepentimiento de su hermano menor y el perdón de su padre debido a su propia definición de justicia.
La lección duradera
Aquí es donde brilla el carácter de Jesús. Conociendo a su audiencia, contó una parábola que afectaría al corazón de todos los que simultáneamente lo escucharían, y que continúa hablando a muchas generaciones de lectores, como a usted y a mí.
Aquí está nuestro problema: al igual que los oyentes originales de esta historia, tendemos a mirar los pecados de otras personas, creyendo que no es una lucha para nosotros, como más pecaminosos que nuestros pecados. Aprendemos de la parábola que el padre está dispuesto a perdonar al que es claramente un ofensor en lo externo, así como al que lo ofende en su corazón. Ninguno de estos hijos merece perdón y mucho menos gracia, pero su padre está dispuesto a brindar su perdón a ambos.
El punto principal es este: hay un Dios que desea salvar a todos los pecadores de todo tipo, y su manera de hacerlo es a través de la persona de Jesucristo. Ya sea que creas que te encuentras en el lugar de un recaudador de impuestos o de un fariseo, la parábola de Jesús todavía habla a aquellos que escucharán hoy.
La publicación anterior es una excepción de un sermón "La Parábola de la Gracia de Dios". Vea el sermón completo a continuación.