La piedad es una virtud que demuestra reverencia y veneración por algo o alguien como resultado del amor y del respeto por esta persona o cosa. La piedad resulta en acciones demostrables que indican la realidad de que uno posee el atributo.
La definición de este concepto es directa; como reconocer la piedad bíblica y auténtica es una tarea poco más complicada. La razón por esto es la tendencia natural humana de los lectores bíblicos de enfocarse en lo que es tangible y cuantificable en cuanto a evaluar las características personales. Es decir, naturalmente se nos hace más fácil encuadrar lo que percibimos como los resultados de la piedad, formular una lista de acciones o características que fluyen de la piedad auténtica, y etiquetarle a la persona que demuestra este cumplimiento de modo de ser como una “persona piadosa”.
La enumeración de las características que formulan la idea de una persona piadosa cambia en diversos contextos sociales o, específicamente dicho en nuestra conversación, en diferentes iglesias. También las expectativas de la apariencia de una persona piadosa pueden cambiar dependiendo del género de esa persona. En la iglesia hoy en día, hombres y mujeres sienten distintas presiones externas de exponer ciertas características piadosas, y/o comportarse de una manera piadosa específica a su género para ser considerado/a hombre o mujer piadoso/a de Dios.
Lo irónico es que muchas de las expectativas que presionan a hombres y mujeres cristianos/as en el contexto de la iglesia local, se derivan de observaciones bíblicas. En el caso de las mujeres, lectores bíblicos indiscutiblemente reconocen la bondad moral de ciertas características de personajes femeninos bíblicos: Ana fue paciente cuando esperaba su primer hijo (1 Samuel 1-2); Rahab fue considerada y servicial cuando escondió a los espías (Josué 2); Rut fue altruista cuando rechazó la oportunidad de regresar al entorno que conocía para ir a una tierra ajena para vivir como una inmigrante el resto de su vida en un pueblo desconocido con su suegra Noemí (Rut 1).
Además de esto, reconocemos que mujeres en la Biblia juegan varios decisivos y admirables papeles que incluyen:
Madre: Eva, la madre de toda la humanidad (Génesis 1-2), y María, la madre de Jesús (Lucas 1:26-38), son las madres más nombradas en la Biblia.
Esposa: Las matriarcas del pueblo de Israel incluyen Sara, Rebeca, Lea y Raquel que fueron las esposas de Abraham, Isaac, y Jacobo respectivamente (Génesis 12-50)
Jueza comunitaria: Débora se desempeña en este papel como está registrado en libro de Jueces 4-5.
Líder de alabanza: María hermana de Moisés dirige un grupo de adoradores en Éxodo 15:20-21.
Profeta: La profeta Hulda profetiza en el nombre del Señor (2 Reyes 22:14-20; 2 Crónicas 34:22-28; véase también las hijas de Felipe en Hechos 21:8-9).
Reina: La totalidad del libro de Ester relata la historia en cuanto la colocación de una mujer judía en el trono persa y como Dios utilizó la potestad que ella poseía en ese cargo para llevar a cabo la salvación del pueblo de Israel de las manos de sus enemigos.
Dado que todas las características y papeles mencionados son buenos y bíblicos, existe la tendencia de pensar que ser una mujer piadosa consiste en una combinación de poseer buenos atributos personales (por ej., ser paciente, considerada, servicial, altruista) además de lealmente jugar un papel significativo en la familia, congregación, y/o en la sociedad. Sin embargo, esta formulación de la piedad no le haría justicia al concepto para un creyente cristiano. Un índice que cataloga cómo una mujer piadosa se debe de ver, nos aleja del enfoque bíblico más importante que se relaciona a lo que una mujer piadosa debe de ser. Hay por lo menos dos fallas en esta manera de pensar acerca de la piedad.
En primer lugar, no hay nada únicamente cristiano en una definición de la piedad basada meramente en papeles mundiales respetables y sus correspondientes buenas acciones. Hay diferentes religiones mundiales que enfatizan cierto comportamiento piadoso entre sus seguidores. Diversos sistemas de creencias hacen hincapié en modalidades de vestirse, formas de abstención, ayunos habituales, y otros modos de sacrificio personal para demostrarle reverencia a su(s) deidad(es). Aunque todos estos actos también son bíblicos en distintas situaciones, la realidad es que no hay nada necesariamente cristiano en sí relacionado al cumplimiento con este tipo de comportamientos. Adicionalmente, hay muchas personas que no son cristianas que demuestran características que realizan amor genuino por su prójimo debido a alguna veneración a su(s) dios(es). Otras religiones mundiales promocionan buenas virtudes, pero sus seguidores no son seguidores del Dios de Israel ni discípulos de Jesucristo. En el contexto de la iglesia, la percepción de la piedad que está mayormente basada en lo que uno hace combinado con un admirable papel influyente, se desbarata al tomarse en cuenta que no todas las mujeres son madres, esposas, reinas, o líderes en sus contextos correspondientes.
En segundo lugar, definir la piedad de acuerdo con el nivel de importancia del papel comunitario o familiar que juega una mujer o como se presenta enfrente de los demás es incuestionablemente caerse en el cepo de juzgar la virtud personal interna con base en aspectos externos (1 Samuel 16:7). Jesús utiliza la ilustración de un vaso para hacer un punto parecido y severamente les regaña a los fariseos por clavar sus miradas solamente en la parte externa del vaso y no estar interesados en la sección interna que contiene el trago (Mateo 23:26; Lucas 11:39). Dado que solamente la parte interna de un vaso tiene la capacidad de contaminar los contenidos o mantenerlos puros, el punto de Jesús se realiza de una forma explícita: A Dios le importa si lo que sale de una vasija (la persona) viene de un interior puro. La piedad es la devoción, amor, y reverencia internos por Dios que mantiene el interior (el corazón) del creyente puro, resultando en actos de amor, justicia, misericordia, y compasión. Las buenas acciones son los desenlaces de un corazón devoto al Señor e inspirado a la santidad por su reverencia de Dios. Por lo tanto, ser una mujer piadosa no consiste en tildar una lista de requerimientos o características ni jugar ciertos papeles definidos comúnmente asociados con mujeres.
El énfasis en la disposición del corazón que se asoma como tema a lo largo de la Biblia excepcionalmente da entendimiento al concepto de la piedad para los creyentes en Jesucristo. Es decir, el Dios que se manifiesta a través de las páginas de las Santas Escrituras está sumamente interesado en la condición del corazón humano hacia Él y de forma secundaria muestra preocupación por los procederes terrenales (Salmos 51:17). Esta característica del Dios de Israel distinguía la religión del antiguo Israel de los pueblos vecinos en el antiguo Cercano Oriente y sigue diferenciando el cristianismo de las religiones mundiales que enseñan una forma de piedad pero que pragmáticamente les adiestran a sus devotos a la pacificación de su(s) dios(es) a través de ciertos actos bienhechores. Para que una persona pueda ser piadosa de acuerdo con los estándares bíblicos, su conducta bondadosa tiene que ser inspirada por su devoción, reverencia, y respecto por el Dios verdadero. El conducto visible no produce la virtud interna forzosamente y debemos de prescindirnos de evaluar y/o buscar la piedad meramente por apariencias externas o actos visibles.
Por consiguiente, ser una mujer piadosa está fundamentalmente basado en la disposición del corazón de cada mujer. La mujer que incline su corazón al Señor, que le muestra deferencia en todo, que reconoce que Él es el Soberano Creador y por lo tanto vive en obediencia a Él totalmente dedicada a actos que reflejan el carácter de su Dios, es la mujer piadosa. En este sentido, la piedad puede ser reflejada por mujeres en sus únicas capacidades de ser madres y esposas, pero también puede ser evidenciada por mujeres que se consagran a actividades no específicas a la feminidad. Por ejemplo, Lidia de Tiatira está primeramente retratada como mujer de negocios y demuestra que “el Señor le abrió [su] corazón para que estuviera atenta a lo que Pablo decía” a través de demostrar hospitalidad, invitándoles a Pablo a sus compañeros a quedarse en su casa (Hechos 16:14-15). La obra que Dios llevó a cabo en el corazón de Lidia fue fundamental para que pudiera cumplir con la hospitalidad que les brindó a otros hermanos. Este acto devoto surge del corazón de una mujer primeramente reconocida por su empresa y no necesariamente porque cumple algún supuesto papel femenino o características pías tradicionalmente asociadas con mujeres. Lo mismo aplica con otras mujeres que aparecen en la Biblia cuyas acciones aparentemente indican el estado de sus corazones. Los prototipos consisten en la pobre viuda anónima que ofrendó todo lo que tenía para vivir al Templo del Señor en Jerusalén (véase los comentarios de Jesús en Marcos 12:41-44 y Lucas 21:1-4) y Ana la viuda profeta que no se alejaba del templo, constantemente sirviendo, porque esperaba la redención de su gente, Israel (Lucas 2:36-38), entre otros ejemplos.
El famoso poema de Proverbios 31 aclara el punto referente a la conexión indisponible entre la piedad y disposición correcta del corazón. Esta afirmación parece ser irónica porque—a primera vista—el poema de Proverbios 31:10-31 parece enumerar las cosas que una mujer debe de hacer si desea ser la mujer virtuosa que el autor pretende buscar al principio de la composición con su locución: “mujer virtuosa, ¿quién hallará?” (31:10). Una hermenéutica común de los siguientes veintidós versículos resulta en interpretarlos como una explicación de los estándares morales de la mujer descrita en el pasaje y concluir que la piedad es unas de las virtudes que debemos de asignarle a la mujer “virtuosa” por todo lo que hace. La conclusión lógica de esta hermenéutica es que cualquier mujer que quiere ser considerada una verdadera seguidora fervorosa del Señor debe de cumplir con la lista de papeles (por ej., madre, esposa), comportamientos (por ej., cuida a su esposo, sus hijos, y a los pobres), y características (por ej., trabajadora) de la mujer del pasaje. Este tipo de lectura enfatiza la imitación de las muy buenas acciones de la mujer de Proverbios 31 para que una mujer pueda ser considerada una mujer virtuosa cuyas virtudes incluyen la piedad. O sea, ejercer las acciones del capítulo producen un tipo de mujer que debe de ser considerada devota al Señor.
No obstante, hay problemas con este tipo de lectura que se derivan de una insensibilidad a las técnicas literarias del autor. En primer lugar, este poema es un acróstico del abecedario hebreo. La primera consonante del primer versículo del poema es la primera consonante del alfabeto hebreo (alef) y cada siguiente versículo sigue en orden hasta la última consonante del abecedario (tav) resultando en veintidós versículos por las veintidós letras del abecedario hebreo. Además de esto, vemos que los versículos de la composición demuestran el paralelismo que es unas de las técnicas literarias que denota la poesía hebrea en la cual dos (y a veces tres) líneas consecutivas representan simetría sintáctica con el propósito de retóricamente enfatizar el punto principal del autor. Estas observaciones facilitan la identificación de un poema altamente estilizado. Este hecho nos provoca a preguntar, ¿Cuál es el punto principal del autor y la razón por utilizar estas técnicas literarias?
Como es común cuando uno lee el género poético, el lector tiene que leer hasta el final de la composición para experimentar el clímax y, de este modo, descifrar el punto principal de la poesía. El penúltimo versículo del poema de Proverbios 31 declara la característica más imprescindible de la mujer “virtuosa,” y en sí, la razón por la cual el autor le dedica tanto espacio y creatividad para ilustrar la singularidad de esta mujer. Clausura el autor en Proverbios 31:30 que “la mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.” Es decir, la mujer de Proverbios 31 funciona en varios papeles admirables, pero el manejo de roles insignes no es necesariamente piedad. Esta mujer evidencia varias otras virtudes, pero todas esas virtudes en si no necesariamente reflejan la piedad. Lo que indica que la mujer de Proverbios 31 es una mujer verdaderamente piadosa es que ella teme a Jehová—al Dios verdadero de Israel.
En los proverbios, “temer a Jehová” es un dicho figurativo que representa la disposición del corazón. Una persona que teme a Jehová es alguien que le entrega a Dios su honor merecido y le reverencia en todo, reconociendo que Dios es el Señor de todo. Debido a esto, el corazón de esta persona está en una disposición perpetúa a obedecer la palabra del Señor y evitar las trampas de la maldad (véase por ej., 1:7; 2:6-8; 3:5-8; 9:10; 16:6). Tomando esto en cuenta, es razonable concluir que Proverbios 31—el capítulo que frecuentemente está utilizado para enseñarles a mujeres lo que tienen que cumplir para convertirse en mujeres piadosas—de hecho, no está enseñando una lista de obras que mujeres tienen que hacer para ser consideradas piadosas. El poema provee un ejemplo artístico de una mujer que lleva a cabo varias acciones que resultan de su piedad—que resultan de la inclinación de su corazón a obedecer a su Dios porque reconoce su grandeza y autoridad absoluta.
La mujer no se convierte a una mujer piadosa porque se conforma a las características de la mujer de Proverbios 31, aunque esas características sean muy buenas. La mujer que es una mujer piadosa es dicha cosa porque teme a Dios y, por lo tanto, le obedece y lo honra. Realizar actos de amor, justicia, misericordia, y compasión—obras que suelen ser identificadas con la piedad en general—son las responsabilidades del seguidor piadoso de Dios en el cristianismo bíblico por la reverencia que tiene al Señor. Un llamado a la piedad es un llamado a venerar a Dios primeramente en nuestros corazones y con nuestras acciones como resultado de estar inspirado a actos de benevolencia, amor, y compasión por nuestro temor de Dios. Viendo la piedad auténtica de esta manera, la mujer “virtuosa” de Proverbios 31 es un ejemplo que todos tenemos que seguir.